Si mi afán fuera menor, con toda razón quedaría dicha una magnitud para definirlo y quizás fuese más sencillo comprenderlo. Pero su cuerpo está hecho así y contiene como tal lo poseído incluyendo en cariñoso tamaño la fuerza de lo posible junto con la suavidad etérea que lo cubre.
Inclusive el sustantivo afán es impropio, más nombre preciso no soy capaz de darle a la vez que prefiero sentirlo y no apelarlo; ocluso tampoco de vitalidad en su belleza propia me produce un efecto único confesarlo, y lo digo, estremecimiento encantador por segundos fúsil al que tuvo Dios cuando le dio tan perfecta existencia.
Yo me rindo a este hábitat, para en él sentirme libre contemplando su pura naturaleza. Del mismo equilibrio con el que se enrojecen los cielos, se elevan las hojas y reviven los pétalos se convierte en un latido genuinamente distinto extendiendo su dulce paz como el mar de la playa a las arenas.
La libertad más perfecta es la de la sensibilidad, cual ni la propia voluntad la detiene, así estamos hechos de pedacitos delicados de su milagro derramado. Quiero expresarla en la palidez sobria de este espejo con la infinita gratitud de testificar que usted existe, que usted ha sido la alquimia precisa para empujar los extremos lisos del terciopelo de la ternura con la que hoy cubro estos párrafos; que usted está esculpida delicadamente con la extraordinaria exactitud divina que hoy me bendice haciéndola mi destinataria.
Porque con el mismo cielo cubriendo, el mismo aire alrededor y la preciosa luz que alguna vez la colmó completa ante mis ojos; aparte de este dulce afán, el resto es el acomodamiento de mi humilde bendición recibida al verla. Más allá de ello, de la mención humana de una sensación muy propia y tiernamente ofrecida, yo ya no tengo palabras.
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